domingo, 28 de octubre de 2012

Caracol, col, col

Así estamos todos.
Sacando los cuernos al sol
Con la casa a cuestas. Y con el coche, las vacaciones de los tres últimos años, el colegio de los hijos, la casa de la sierra, la de la playa.
Así estamos todos.
Buscando un rayo de luz después de la tormenta.
Reptando despacio, muy despacio. En busca de la salida de emergencia.
Así estamos todos.

El alma de los creadores de palabras


¿Por qué algunos sentimos esa necesidad de vomitar palabras? ¿De qué estamos hechos los escritores? Nuestro cuerpo debe ser de piel onírica y dentro debe fluir algo en la sangre que la pone en ebullición. Hay cosas atrapadas dentro de nosotros que necesitamos liberar a través de letras. A veces nacen cuentos, otras poemas, y otras historias simplemente se incuban y nos asedian hasta que conseguimos arrancárnoslas. Puede que incluso llegue a salir una novela. ¿Qué es eso que absorbemos y cómo se nos clava?
Capturamos esas puntas del iceberg quizá con las redes de nuestros iris. La clave es nuestra mirada distinta. Vemos cosas que otros no ven o mejor dicho, las vemos de otra forma. No sólo miramos, sino que podemos sentir intensamente aquello que vemos. Y lo convertimos en una astilla que tragamos y tarde o temprano arderá hasta convertirse en cenizas de letras impresas.
Pero escribir a veces quema y salen yagas. Da un vértigo atroz. Porque para sacar la astilla tienes que elegir millones de cosas, que dejaran atrás otras. Miedo al folio en blanco y al proceso creativo.
Comenzamos a flotar cuando estamos creando y nos separamos del suelo demasiado. Y da miedo liberarse del todo. Pero hace poco me dijeron que lo que se escribe con las tripas es dónde se encuentra la literatura sublime. ¿Por qué intentamos controlarnos? ¿Qué tememos?
Es lo mismo. Los que estamos infectados de historias, los reos de las palabras, al final acabaremos flotando.

viernes, 19 de octubre de 2012

Hormigas de Madrid

Las hormigas trabajadoras de Madrid volvían a casa después de trabajar el metro de Madrid. Un metro que no vuela, sino que cada vez más, nos convierte en sardinas bajo tierra. Los de arriba decidieron subirnos el precio. Nosotras, las hormigas, seguimos pagando viendo con sorpresa como se están riendo de nosotros recortándonos más servicios. Claro, ellos nunca cogen el metro. Ayer anunciaron recortes en los servicios de metro de Madrid. Menos vagones. Menos trenes. El resultado pueden verlo en la foto. Puedes ver la angustia de la gente. Abajo a la izquierda un hombre mira con desesperación. Algunos aprovechan para restregarse con tías buenas. Otros intentan robarte la cartera. Cuando saco la cámara una señora comienza a decirme “eso, eso haz fotos y cuélgalas en todas partes”. A lo que un chico responde: ” Yo ya lo estoy tuiteando”. Otra señora comenta indignada: “Deberíamos dejar de pagar todos un día y colarnos, así aprenderían”. No se si vale de algo sacar una foto. Quizá de verdad no valga para nada. Y quizá sigamos siendo hormigas trabajadoras obligadas a convertirnos en sardina enlatada bajo tierra. Pero por lo menos al menos así podemos compartirlo. Convertirlo en un fósil que quizá algún día alguién encuentre. Y quizá sirva para que un día todos juntemos nuestras fotos para obligar a bajar al metro a la hormiga reina y a todas las hormigas políticas. Para que vivan en sus propias carnes lo que es convertirse en sardina, cada vez más apretada y con menos aceite…